Con el paso del tiempo, nuestra piel pierde elasticidad y volumen, aparecen nuevas líneas y arrugas y nuestro rostro deja de tener un aspecto radiante y luminoso.
La edad, el movimiento de los músculos, la pérdida de grasa, la gravedad y los daños causados por el sol, entre otros factores, acabarán afectando al aspecto de tu piel.
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